Marxismos

 Marxismos

Se puso el Estado al servicio de la codicia personal, sin proyecto alguno, sin la menor idea productiva, carente del desafío que nos devuelva la esperanza.

Dicen que “El Capital” es el segundo libro más leído después de la Biblia y el tercer lugar es para “El Principito”. Carlos Marx dejó escasas huellas, y para su desgracia, no de las mejores. El Partido Comunista Argentino estuvo tutelado por Victorio Codovilla, un ortodoxo de esos que le ponen a la política más dogma que la misma religión. Ese marxismo no tuvo vigencia; fue demasiado pro ruso, una versión autoritaria y colonial que terminó demasiado asociada a la última dictadura. Radio Moscú solía repetir “los sectores progresistas de Videla y Viola”, con esa muletilla se olvidaban a miles de desaparecidos.

El peronismo era otra cosa, un movimiento nacional que será traicionado muchas veces desde la muerte de su fundador, pero tuvo mucho más para aportar que este aburrido marxismo extranjero. Actualmente pareciera que la Cámpora encuentra en Marx las verdades que no supo reconocer en Perón. La Unión Soviética logró imponer el autoritarismo y la burocracia, hasta que se publicó “La Nomenclatura”, un libro que revelaba las prebendas de los funcionarios dejando al desnudo la ocupación del poder solo para satisfacción de sus supuestos “militantes”. Está todo demasiado claro, no quieren saber nada con el peronismo. Máximo prefiere recordar a Tosco y asumir que eligió heredar el relato de los asesinos de Rucci. Mucha ambición de cargo sin vocación de cambio y sin propuesta. Ahora quieren imponer al “heredero” en el partido de la Provincia. Necesitamos el ejemplo de alguien que se oponga, que no se arrodille ante el poder de turno, que nos devuelva la dignidad al peronismo y a la misma política.

La burocracia se consolida cuando logra derrotar la rebeldía. Cuando el miedo es un instrumento para imponer una conducción que no seduce ni convence, cuando el poder termina siendo el único objetivo, es porque se sueña el poder no como instrumento político sino como atributo personal. Cristina perdió la provincia contra De Narváez, Massa y Bullrich, y ahora inicia su nuevo ciclo de derrotas su heredero, su hijo, que nada tiene que ver con ese peronismo del que intenta apropiarse. Podría buscar el partido de su respetado “Tosco”, ya que no se anima a asumir la crítica al asesinato de Rucci.

Necesitamos rebeldes, gente que defienda su dignidad y no se deje pisar por el poder de turno. No importa si son más o menos peronistas, eso sí, que le devuelvan a la política la dignidad que las prebendas le fueron usurpando. Esa dignidad que buena parte de la oposición por momentos deja en silencio desde la profusión de negocios compartidos.

Se puso el Estado al servicio de la codicia personal, sin proyecto alguno, sin la menor idea productiva, carente del desafío que nos devuelva la esperanza. Marxistas que en tiempos de autocrítica escribían “nomenklatura” con k, expusieron la desnudez de una burocracia que sólo se ocupaba de sus propios objetivos. Es difícil imaginar una burocracia enfrentando al sistema productivo; justamente ellos, que nunca generaron riqueza alguna; no olvidemos que duplicaron el juego en el país, esa es la esencia de su concepción de la sociedad.

Siempre hay un exceso que engendra un grito de rebeldía, un momento donde la sociedad dice basta, un desgaste en el uso del poder que obliga al gobierno y a la oposición -a ese oscuro sistema de fracaso- a detener su avance sobre los derechos colectivos. El poder y el dinero son dos pasiones que no se sostienen fácilmente sin convertirse en enfermedad. Hoy la política impone la ambición sobre el sentido mismo de su responsabilidad social. Adoradores del “becerro de oro”, son apenas personajes menores que ni tienen conciencia de su aplastante mediocridad. Los cargos honran cuando expresan entrega y degradan cuando son tan sólo una nueva expresión del egoísmo. Son un gobierno sin rumbo y sin discurso, se les agota la culpa ajena y ya entraron en tiempos de asumir la propia.

Máximo debería dejar tranquilo al pobre Tosco, asumir el asesinato de Rucci, o que se retire de la política que no es una monarquía hereditaria. Y el peronismo, mucho menos.

Macri fue un fracaso, pero Ustedes tampoco fueron un éxito, tuvieron años de crecimiento de la pobreza a tal punto que no tenemos un proyecto productivo, un desafío que nos devuelva la esperanza. Y eso no se logra acumulando cargos, se necesitan ideas, y es triste, pero está a la vista que Ustedes no las tienen. En tiempo de las pasteras abundaban los ecologistas y ahora con la carne porcina nos limitan los veganos. ¿Será virtud o vagancia?

Como dice Jorge Rulli, el kirchnerismo es una simulación que respeta todas las políticas de estado de la concentración, y ellos son en rigor, parte de la misma.

por JULIO BÁRBARO

Politólogo y Escritor. Fue diputado nacional, secretario de Cultura e interventor del Comfer.