Dos grandes temas se cruzan en Bolivia

 Dos grandes temas se cruzan en Bolivia

Si bien Evo Morales se equivocó al intentar eternizarse en el poder y casi lo paga con su mismo proyecto, ahora su partido logra un triunfo para su modelo

Evo Morales es sin lugar a dudas el acierto más importante del Presidente en política exterior. En rigor, en Bolivia se cruzan dos grandes temas: primero, el lugar de poder de los pueblos nativos y los colonos, y luego, el dilema de ser patria o ser colonia.

Si uno tomara a los Estados Unidos como ejemplo de una colonia liberada, entendería también cómo se puede asumir el rol de patria y ser nación sin siquiera tener necesidad de enfrentar a Inglaterra, su madre patria. Los yanquis son un ejemplo de colonos con voluntad de ser nación, que lograron convertirse en una potencia mundial. La expansión de la lengua inglesa describe como nadie el desarrollo del último proyecto imperial sobreviviente, ese que pareciera encontrar en el Brexit su certificado de defunción. Por su parte, Alemania pasa de la atroz derrota de la Segunda Guerra al logro de ocupar un lugar preponderante en Occidente. Los pueblos, cuando asumen sus virtudes y defectos, logran integrar a la totalidad de sus ciudadanos. Europa es un ejemplo de ello.

El fracaso del marxismo termina con el mundo bipolar, y aparece Fukuyama con El fin de las ideologías, idea que se centraba en la convicción del triunfo definitivo de Occidente y su versión de los negocios. Pero, asomaba China y un sistema que sostenía la fuerza del Estado con la energía de la competencia y el premio al esfuerzo. El mundo había ingresado en una pulseada entre las naciones y los grupos económicos, como si los negocios amenazaran con disolver a las identidades, a las culturas. Es allí donde surgen Trump y su émulo Bolsonaro, donde la grosería nacionalista aplasta las sutilezas de los mercados. Putin juega en Rusia un papel parecido. En rigor, la democracia liberal convertida ahora en instrumento de los poderes económicos se ve confrontada por la fuerza de las naciones. Digamos que el ciudadano, si el nombre dice algo, impide la universalización del consumidor.

Todo esto sirve para explicar a Perón, no desde ya al peronismo, versión libre de una experiencia traicionada a dos voces: por el marxismo mediocre de los restos de la guerrilla, y por la derecha traidora y vende patria del liberalismo que lo invade con Menem.

Evo replica a Perón, desarrolla una visión patriótica sobre su más profunda expresión cultural, sobre la identidad de los humildes. Los Kirchner lo acompañaron sin entenderlo, o al menos sin comprometerse con lo profundo de sus convicciones. Son herederos de Menem y Cavallo, y de los años setenta, disfrazados de “derechos humanos”. Liberales en los negocios, marxistas en los derechos, nada que reincorpore a los caídos. Evo es como Perón, un patriota convencido. Y no es el único, ahora lo sustituye alguien que forma parte del mismo espacio, Luis Arce. Si bien es cierto que Evo se equivocó al intentar eternizarse en el poder y casi lo paga con su mismo proyecto, ahora su partido logra un triunfo sobre los colonos originales y colonizados actuales.

Si pensamos en nuestra realidad intentando una analogía con Bolivia, podemos decir que el peronismo fue Evo, pero también Bolsonaro, dos formas de imponer la defensa de lo nacional, pero no en sus versiones distorsionadas, tan alejadas de proyectos de nación y soberanía.

Patria o Colonia, Unidos o Dominados, dos consignas esenciales. Nosotros, hoy somos dominados como colonia, un modelo inviable. En Bolivia, derrotaron a los Macri y también a los Pichetto, a los que proponen al inversor como a un actor de mayor relevancia que el ciudadano. Sin embargo, no creamos que vencieron los Kirchner ni la Cámpora; vencieron los que expresan y representan a su pueblo, y eso es otra cosa. Su triunfo se debe a que el pueblo boliviano, reconociendo que aquel modelo de Evo lo representaba ampliamente, no tardó en manifestarlo en las urnas con contundencia y firmeza apenas pudo.

por JULIO BÁRBARO

Politólogo y Escritor. Fue diputado nacional, secretario de Cultura e interventor del Comfer.