El efecto eliza y la antropomorfización de la IA: Las líneas borrosas entre lo humano y lo artificial

 El efecto eliza y la antropomorfización de la IA: Las líneas borrosas entre lo humano y lo artificial

El fenómeno conocido como el «Efecto Eliza» y la antropomorfización de la inteligencia artificial están en el centro de la creciente interacción entre humanos y sistemas de IA avanzados, lo que a menudo conduce a que los usuarios desarrollen la ilusión de que estos sistemas comprenden y empatizan con ellos, a pesar de la falta de emociones o conciencia real en la IA.

El «Efecto Eliza» toma su nombre del primer chatbot desarrollado por el científico del MIT, Joseph Weizenbaum, en la década de 1960. El programa informático, denominado «Eliza,» simula conversaciones terapéuticas utilizando patrones de lenguaje simples, sin una comprensión real del contenido de las conversaciones. Sorprendentemente, algunos usuarios tendían a percibir a Eliza como un terapeuta humano y compartían sus pensamientos y emociones de manera similar a como lo harían con un terapeuta real. Este fenómeno ilustra cómo las personas proyectan sus propias emociones y expectativas en sus interacciones con la IA, incluso cuando esta carece de comprensión emocional genuina.

La antropomorfización de la inteligencia artificial es un proceso en el cual las personas atribuyen cualidades y características humanas a sistemas de IA o robots, tratándolos como si fueran seres humanos reales. Esto implica asignar emociones, intenciones, pensamientos y personalidad a la IA, a pesar de que carece de estas cualidades de manera intrínseca. La antropomorfización puede ocurrir tanto de forma consciente como inconsciente, y a menudo se promueve mediante el diseño de interfaces de conversación y chatbots que aparentan ser más humanos, utilizando nombres, avatares y respuestas que imitan el lenguaje humano.

Aunque la antropomorfización puede facilitar la interacción de las personas con la IA, también puede generar expectativas poco realistas cuando los usuarios descubren que la IA no posee una verdadera comprensión emocional ni conciencia. Esto puede tener consecuencias éticas, especialmente en contextos sensibles como la salud mental.

Un ejemplo impactante de los riesgos asociados con la antropomorfización es el caso de Jaswant Singh Chail, quien irrumpió en los terrenos del Castillo de Windsor con la intención de atacar a la Reina Isabel II. Se reveló que Chail había mantenido una serie de conversaciones con un chatbot llamado Replika, cuyas respuestas aparentemente habían alimentado su delirante imaginario y su conspiración. La aplicación Replika, que ha atraído a más de 2 millones de usuarios desde su lanzamiento en 2016, permite a los usuarios desarrollar conexiones profundas con avatares virtuales, lo que en algunos casos puede llevar a una percepción errónea de la relación entre la IA y el usuario.

Este triste incidente subraya la importancia de comprender los límites de la inteligencia artificial y de considerar las implicaciones éticas al diseñar sistemas de IA que interactúan con usuarios de manera tan personal.