Sesiones virtuales

Esta semana vimos maniobras de todo tipo por parte de la oposición para impedir el protocolo que habilita los debates de la Cámara de Diputados en forma virtual. Ante tamaño escándalo la Justicia terminó aprobando el protocolo, por lo cual todo lo que es ya legal, debería cumplirse.
La oposición o más específicamente JXC, ha sido precursor de la tecnología, la innovación, la comunicación de gestión en forma digital, trámites virtuales, hasta la creación del Ministerio de Modernización que, dicho sea de paso, a mi entender, el más concreto y efectivo de la gestión Macri. Entonces, de repente hoy, nos sorprendemos que la virtualidad no es correcta, atenta contra los protocolos de debate de la cámara, etc. Esto me parece una chicana política, claramente para impedir las sanciones o medias sanciones de algunas leyes. Como operación política para invalidar el quórum puede ser correcta, pero axiológicamente sobre los valores de JXC, es una contradicción conceptual y operativa. Sobre todo, cuando en la legislatura porteña, donde son mayoría y locales, las sesiones virtuales son un hecho aceptado y consumado. A veces aceptar las propias creencias se contraponen contra algunas convicciones circunstanciales. Es como decía Groucho Marx: “Si no les gustan mis convicciones, no se preocupen que tengo otras”. Lo principal, es que los argentinos nos demos cuenta que, con el avance de la tecnología, podremos lograr un Estado compuesto absolutamente de tecnócratas para crear leyes sobre un sistema de representación más barato. ¿Cuál es la razón para que un grupo de representantes caros, llenos de asesores, subroguen los derechos para debatir temas que no comprenden, con el sesgo de las ideologías que defienden sobre el bien de la sociedad y su curso que creen entender y no lo hacen? Hoy todos los habitantes están seguramente digitalizados para representarse a ellos mismos a través de votos seguros, masivos, precisos, instantáneos y baratos . Catón el Viejo diría “Carthago delenda est” y este Carthago sin dudas, el sistema de representación que tenemos, el sistema electoral que sostenemos, los mecanismos de decisión del Ejecutivo que avalamos. Nadie pensó qué tal vez esto podría ser el elixir para destruir el megaestado caro e inoperante que sostiene a la corporación política. Tal vez después de esto, los señores diputados puedan quedarse haciendo Patria en sus provincias, no necesitarían viáticos, tantos asesores, etc. El hecho de que se virtualicen aquellos que menos suman a la sociedad y que más protagonismo tienen, paradójicamente, ayudará a los argentinos a comprender la prescindencia absoluta de estos mismos que hoy ocupan la agenda política de argentina. Mañana nadie podrá oponerse, conceptualmente al voto electrónico, a los plebiscitos digitales, etc. ¿Qué sentido tiene incorporar tecnología nueva sobre conceptos y procesos viejos? Es como comprarse un McLaren para andar por caminos de tierra.
La verdadera entidad que tienen estas compulsas políticas son la insignificancia en sí mismas. Toda la agenda política de Argentina, toda la falla intrínseca en nuestro sistema político informal que lleva formalmente a gente inepta al poder, se basa en la simpleza de que ninguno conoce verdaderamente el poder del Estado. Nadie que comprenda a su perfección la significancia y la destreza de “manejar los fierros del Estado” se preocuparía por este tipo de idiotez virtual que nos ocupa hoy. Cuando un grupo político “maneja los fierros del Estado”, no necesita buscar el consenso, el consenso llega solo, porque en esta Argentina sobran estampitas pero faltan santos. JXC posee la brillante virtud de, conceptualmente, borrar con el codo lo que escriben con la mano, de hacer una doctrina del “presente” olvidándose del pasado al mejor estilo “Eckhart Tolle”, cuando muchas de las cosas que hoy defienden son aquellas que ayer no supieron defender cuando tenían el poder. Lo mismo le pasa al gobierno, enfrentando combates políticos innecesarios cuando tienen cual Juan Manuel de Rosas la suma del poder público y no lo saben. Eso sucede cuando se conoce al Estado, pero no se comprende lo ilimitado de éste. Porque brinda un poder profundo que solo tiene límites laterales. Es decir, entran en propuestas de leyes cuando justamente las pueden evitar. Estamos en manos de gente muy “sabia” para manejar un Estado y un futuro que a ningún argentino le sirve. El nivel de debate de nuestra Cámara de Diputados nunca ameritó tanto de su virtualización, ya que intelectualmente la ausencia física de muchos representes puede ser mucho más interesante que sus participaciones cibernéticas. Es verdaderamente triste para nuestro presente y nuestro futuro el estancamiento intelectual que tiene nuestra conducción. Discutir estas cosas es tan estéril como la ausencia o presencia de estos representantes. Amén.
por MARIANO TATO

Especialista en Marketing Político